domingo, 29 de noviembre de 2020

Vivir sin diagnóstico


En algún programa de radio un médico contó un chiste que encuadraba a la vida como una enfermedad de transmisión sexual, de curso generalmente benigno y mortal por necesidad. Si ampliamos la analogía médica podemos decir que con esta enfermedad se cruzan varias comorbilidades cuya etiología es diversa, las hay producidas por estilos de vida, vectores, por contacto y hasta por transmisión textual.

Vivimos sin el diagnóstico de éstas, cuando recordamos o leemos sobre la época que nos tocó vivir, podemos poner una serie de etiquetas que nos sirven para describir esas experiencias y saber qué vivencias nos llevaron a ser lo que somos. Yo no sabía que me iba a dedicar a la historia del arte, supongo que estuve influida por mi mamá y mis hermanas quienes me enseñaron a ir a museos, yo disfrutaba mucho de esa actividad.

Con mi mamá fui a ver los tesoros de Pompeya y Herculano al Museo de San Carlos, mi hermana Berenice me llevó varias veces al Museo de Arte Moderno, recuerdo que con ella vi los caballos de la plaza de San Marcos de Venecia y una de esculturas en plata que me dejaron tan impresionada que los días siguientes traté de imitar lo que había visto, armada con el papel aluminio que había en la cocina.

Supongo que un día quise compartir con mis amigas de la secundaria esas experiencias, no recuerdo cómo llegamos al Museo de Arte Moderno, lo que rememoro vivamente es que caímos en una exposición de arte contemporáneo en la que se buscaba la participación del público, nos divertimos mucho en todas las salas del museo, en algún momento la visita se convirtió en la emoción de ver qué nos iba pedir hacer la siguiente pieza. Creo que ahí aprendí que una parte del arte contemporáneo rescata el aspecto lúdico de esta actividad y que no está creado para la contemplación, sino para convertirse en experiencia.

    A punto de terminar de estudiar el bachillerato en el Colegio de Ciencias y Humanidades, el ambiente horizontal y de camaradería de ese sistema escolar me había permitido hacer amistad con los maestros de historia que atendían los turnos de la tarde. Uno de ellos, Jesús Antonio García Olivera, desempeñó el papel de lo que ahora se llamaría mi tutor académico en mi transición entre la educación preparatoria y la Universidad.

    En una ocasión, él me invitó a que me uniera al curso de arte contemporáneo que los profesores estaban tomando en el intersemestral, aunque ya estaba iniciado, me sirvió para poder nombrar lo que había disfrutado tanto en la secundaria. Fue la primera vez que tomé un curso de Historia del arte, disciplina en la que he desarrollado mi investigación… cosa que en ese momento, nadie hubiera podido diagnosticar.

   

Mis publicaciones.

Imágenes de México. Las historietas de El Buen Tono de Juan B. Urrutia 1909-1912. México, Instituto Mora, 2002.
ISBN 970-684-049-4
Puede comprarse en:
http://www.institutomora.edu.mx/index.php?method=textos&idarea=63
Citado en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/346/34600502.pdf
http://etd.tcu.edu/etdfiles/available/etd-04202006-160810/unrestricted/bunker.pdf

“La historieta mirilla de la vida cotidiana en la ciudad de México”, en Reyes Aurelio, de los, (coordinador), Historia de la vida cotidiana en México, tomo V, volumen II La imagen ¿espejo de la vida?, México, El Colegio de México, 2006, pp. 49-81. ISBN 968-16-8150-9.
Puede comprarse en:
http://www.libreriasdelfondo.com/LF_Detalle.asp?ctit=003548RF&secc=
Consultar reseña en:
www.letraslibres.com/index.php?art=12078

“La cigarrera El Buen Tono (1889-1929)”, en Romero Ibarra María Eugenia, Mario Contreras y Jesús Méndez Reyes (coordinadores), Poder público y poder privado. Gobiernos, empresarios y empresas (1880-1980), México, UNAM Facultad de Economía, 2006, pp. 83-106.
ISBN 970-32-2855-0
Consultar reseña en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/344/34401408.pdf

“Las imágenes de la Revolución en las historietas de El Buen Tono (1911-1914)” en Ronzón León José y Saúl Jerónimo Romero (coordinadores), Formatos, géneros y discursos. Memoria del segundo encuentro de historiografía, México, UAM Azcapotzalco, 2000, pp. 41-67.
ISBN: 970-654-372-4.
Fragmentos en:
http://books.google.com.mx/books?id=l4xmAAAAMAAJ&q=%22thelma+camacho+morf%C3%ADn%22&dq=%22thelma+camacho+morf%C3%ADn%22&pgis=1

Retrato hablado

Transcribo la narración que hizo uno de mis mejores amigos cuando estudiábamos la maestría en el Instituto Mora.

SEMBLANZA DE THELMA
La primera imagen que tengo de ella es contando un chiste mientras aguanta la risa. La primera impresión es menos evidente y algo contradictoria: la de alguien a quien el destino le ordenó ser desdichado pero a ese alguien simplemente no le dio gana el serlo. Se es feliz pésele a quien le pese. La segunda imagen y la segunda impresión y la tercera y la cuarta y las subsiguientes, tienen siempre algo de las primeras. Es decir, una especie de desmadre serio y profundo. Porque eso ha sido el que me estuviera albureando cuando yo le estaba exponiendo un asunto meramente académico o que al estar muy contentos tomándonos un café hiciera algunas revelaciones que yo considero trágicas o más aún, que una mañana en la que ambos íbamos llegando bastante retardados me ganara el paso hacia el salón, argumentando que tenía que llegar antes que yo, porque ella se retardaba menos que yo. Su carácter me parece firme y alegre. Está muy consciente de que su manera de ver las cosas debe ser tomada con mucho respeto a pesar de que se esté riendo. Verla discutir sobre historietas y hacernos creer que es un tema serio, es el ejemplo clásico. Asimismo la distingue una gran obsesión por capturar personas y momentos en fotografías, gracias a lo anterior sabemos que tiene una gran familia y muchos amigos. En clase es generalmente seriecita, aunque uno nunca sabe. Tiene algunas cosas en común conmigo pero de eso no voy a hablar. Sobre lo más evidente en Thelma podemos apuntar lo siguiente: tiene el pelo largo y usa lentes. Físicamente es agradable, parece muy espigada pero en realidad es muy redonda.
Axayácatl Gutiérrez (Sayo)